Y los tipos viven así: sin celular, sin televisor, sin heladera, sin ventilador de techo. Sin nada de eso. Los tipos viven sobre islas flotantes. Islas que no son naturales, fueron armadas por ellos hace bastantes, pero bastantes civilizaciones atrás. Cuando escapaban de los aymarás, a principios del siglo XIX, no se les ocurrió mejor idea que refugiarse en lo profundo del lago Titicaca -el espejo de agua más grande y hermoso de Latinoamérica- con ramas de totoras. Gracias a este junco, armaron los islotes, que están atados en lo profundo a tierra firme y que -gracias a los gases generados por su descomposición- flotan; aunque la leyenda dice que son los dioses los que lo hacen posible.
La totora es el elemento principal de su civilización. Todo lo hacen con totora: sus casas, sus camas, sus embarcaciones, sus islas. En cada isla hay una especie de jefe que es el encargado de la economía. Hace tiempo que su insumo principal pasó a ser el turismo y aquí es donde entramos nosotros: los que en general tenemos Internet, celular y televisor. Sólo necesitamos pagar un pasaje en lancha para que nos lleven de excursión a estos islotes. Las embarcaciones parten desde Puno (ciudad al sur de Perú, a seis horas de Cusco, el ombligo del mundo) hasta las “Islas de los Uros”.
A menos de media hora de travesía, llegamos. En el camino escuchamos música del altiplano peruano y nos enseñaron a saludarlos en su lengua. Al llegar, como llovía, nos metimos en una de las chozas y -al estilo MDQ- nos hicieron probar la totora, que tiene un gusto parecido a un palmito y nos explicaron cosas como estas: que los uros tienen un hospital y una escuela sobre islas; que cuando se pelean se construyen otra isla y se separan; que viven descalzos; y que viven de la caza y la pesca.
Después de la charla, fuimos a otra choza donde nos ofrecieron cosas que ellos hacen, como unos tapices hermosos, realizados por las mujeres de las islas que se dedican a tejer, y adornos de totora con forma de balsas, cóndores, soles y peces (figuras a las que les rinden culto). Después nos llevaron a otra isla, donde nos ofrecieron una taza de chocolate y té de coca bien caliente. Algunos turistas, como nosotros, nos volvimos en la lancha y otros se quedaron a pasar la noche (como me arrepiento de no habernos quedado, pero es que ya teníamos el pasaje de micro que nos llevaba a Cusco y de ahí a Aguas Calientes: nuestro destino principal era Machu Picchu).
Pero volviendo a los Uros, el guía nos dijo que ellos son una de las últimas generaciones de esta cultura. El año pasado (2011) quedaban sólo 2000 uros ya que muchos fueron emigrando a tierra que no flota sobre totoras: tierra firme. Las malas lenguas dicen que es un armado turístico y que en realidad, después de que se van los visitantes, ellos se van a dormir a sus departamentos en la ciudad. No lo sé. Lo que sí sé es que es una experiencia única que te hace pensar en que se puede vivir igual sin celular, sin Internet y sin televisor.
Relato inédito
1 comentarios:
me gusta mucho este post. la cultura del peru es muy rica, como su comida. ya sabia sobre esas islas flotantes pero nunca habia escuchado nada tan personal sobre ellas.
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