“PARESEMOS SARDINA”
Y si. Parecemos sardina, atún enlatado, caballa.
Señor, le está sonando el celular. Le digo a un hombre sobre
el que tengo medio cuerpo apoyado. (Como no hay espacio, las distancias
acordadas eticamente por el reglamento social no se cumplen en un viaje de tren
de la ex línea Sarmiento, que une la zona oeste del conurbano con Ciudad de
Buenos Aires. Allí no queda otra opción que tocar al
desconocido. Reposar sobre su hombro, sentir su olor).
Es que mi cadera vibra y mi celular está en la cartera. Entonces
no hay dudas de que es el telefonito del hombre el que suena. Gira medio cuerpo
y con la mano derecha saca del bolsillo que da contra su nalga izquierda el aparato.
Es el de ella, me dice. Y mira fijo a una mujer que está apoyada frente a él.
Es su marido el que llama, me aclara entre risas. Calculo que me explica esto porque
a esta altura tal vez yo ya sea de su confianza; nuestros cuerpos se vienen rozando
hace ya más de media hora. Yo me río ante su respuesta. Se nota que entre ellos
pasa algo. No sé bien qué, pero huele a trampa. Llegando a Liniers, una
estación importante de recambio de pasajeros, el vagón se detiene. Varias
personas entran, más de las que uno pueda imaginarse. Entonces, nos apretamos
aún más. (El tren es forzosamente generoso).
Alrededor lo demás no es gracioso, hay empujones, insultos. Anunciaron por los altoparlantes, dos segundos antes de cerrar las puertas,que el tren se transformó en un “rápido”. Esto quiere decir que el ferrocarril va a saltear las próximas tres estaciones que le siguen para ir directamente a Morón. La gente en voz alta le pregunta al resto de los pasajeros por qué no avisaron antes. Pero nadie tiene la respuesta. Indignación colectiva; (aunque todos saben internamente que viajar en tren es tomar estos riesgos). Por suerte prendieron el aire, le dice el hombre trampa a su mujer ferroviaria. Ella a esta altura ya se había quedado sin señal, por lo cual ya no hablaba por celular. No los llego a ver por mi corta altura, pero escucho un sonido pegajoso. Entonces me río por dentro. No me río del tren pintado a nuevo por fuera, pero que por dentro se cae a pedazos. No me río de las personas que no tienen opción y deben viajar en este destartalo. No me río de las víctimas que se cobró este vehículo hace un año (y de las que se cobrará mañana) por quedarse sin frenos. Me río porque el mundo ahí adentro se derrumba, pero a ellos no le importa: se matan, se matan a besos desenfrenados.